La técnica y el colorido de la imaginería cusqueña, a diferencia de la textilería, se originan, sin rezago preciso alguno, en la época colonial. La madera, el maguey, el yeso y la tela encolada son los materiales con los que los imagineros cusqueños dieron forma original a vírgenes, santos, cristos, ángeles, niños manuelitos y reyes magos.
San Blas es el barrio que concentra al mayor número de imagineros. En torno a la plaza y en las calles aledañas se encuentran los talleres de las familias Mendívil, Olave, Mérida y Rojas, que conforman verdaderas dinastías de artistas populares. La de los Mendívil, por ejemplo, se remonta a más de un siglo. El representante más famoso de este clan fue don Nicolás Góngora, que vivió en la centuria pasada y esculpió las imágenes de santos que hasta ahora se veneran en muchas de las iglesias de distintas provincias del Cusco. Eran admirados, sobre todo, sus patrones Santiago, por lo que el artista recibía encargos hasta de los departamentos vecinos. Hilario Mendívil y su esposa Georgina Dueñas, por su parte, ganaron renombre internacional en los años setenta y ochenta con sus delicadas imágenes de cuello largo. Ahora son sus hijos quienes continúan la tradición familiar.
Así como los Mendívil, cada imaginero de San Blas tiene su especialidad y estilo característicos. Manuel Olave debe su prestigio a sus niños manuelitos. Santiago Rojas, a las pequeñas figurillas que representan a los bailarines de la fiesta de Paucartambo y a sus máscaras. Edilberto Mérida, a su cerámica expresionista o «grotesca», como el mismo artista la ha bautizado, y a sus reproducciones de la pintura cusqueña colonial.
Comentarios
Publicar un comentario