El Cusco es uno de aquellos departamentos que lo tiene todo, una suerte de país en miniatura, en el cual confluyen decenas de paisajes, climas y relieves que convierten su territorio en una verdadera delicia para los viajeros.
Desde la perspectiva que ofrecen las imágenes satelitales, el departamentos aparece como un territorio casi bisectado por dos grandes ramales cordilleranos; el macizo de Ausnagante,hacia el oeste, y el de Salcantay, al este. Las dos cadenas se encuentran, a su vez separadas por el amplio valle de Vilcanota o Urubamba, «el río sagrado de los incas», que corre de norte a sur partiendo la superficie departamental en dos mitades. El resultado visto desde una imaginaria ubicación a algunos cientos de kilómetros del suelo, es un territorio dividido en cuatro partes o secciones, las misma que bien podrían considerarse como los nuevos suyos ecológicos del Cusco.
El primero de ellos se encuentra al suroeste y comprende las tierras de altura de las provincias de Anta, Acomayo, Paruro y Chumbivilcas. Esta es una región de montañas cubiertas por pastos naturales y de valles estrechos y profundos, donde la erosión muestra los vestigios de un pasado geológico violento y en constante dinámica. Aquí nace el gran Apurimac, que recorre las zonas del pastoreo de los grandes rebaños de camélidos.
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