Amanece en la puna, los primeros ratos de luz de un nuevo día iluminan tímidamente los ponchos verdes de los apus que dominan esta parte de las montañas del Vilcabamba, confiriéndose un tono cálido, casi alegre. Son el Pumasillo, Panta, Choquetacarpo y Salkantay. Aquí en el reino de las alturas, el viento helado barre las planicies de ichu cubiertas de escarcha y las rocas crujen hasta quebrarse. Es tiempo de esperar, de aguardar a que la luz llegue también el color que todas las criaturas necesitan para vivir. Las tórtolas cordilleranas lo saben y revolotean ansiosas, aguardando que el hielo que cubre las semillas del suelo se derrita y les permita alimentarse.
Las últimas estrellas, aún brillan con fuerza en el poniente, mientras el zorro andino deja oír su aullido lastimero. Es julio, y aunque la estación de lluvias está todavía lejana, los campesinos saben que será un buen año para sus cosechas.
Las primeras luces de la mañana parecen librar una batalla con la espesa niebla que cubre por completo las montañas y el profundo valle que se abre a sus pies. Nos encontramos en la explanada principal de la ciudadela de Choqueiquirao a poco mas de 2400 metros de altura sobre el nivel del mar, en un escenario que se torna cada vez más grandioso.
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