Si hay algo que caracteriza a los cusqueños sobre todo a su clase intelectual, política y artística e incluso a la empresarial, es una profunda identificación con el pasado incaico de la ciudad, que llega incluso a la idealización del Tahuantinsuyo. Este sentimiento y el discurso que lo acompaña han sido bautizado como el «cusqueñismo» y atraviesan la vida de la ciudad a lo largo de todo el siglo XX. Una de las manifestaciones del cusqueñismo es por ejemplo, la creación de las fiestas de Cusco, que data de 1944 y que tiene escenificaciones del Inti Raymi como su acto central. Obras de ornato de la ciudad realizadas en los últimos años, como el monumento a Pachacutec, el obelisco del Kumutur Apuchin, el mural y la fuente de la Av El Sol, son expresión de lo mismo.
Ciudad «eterna», «milenaria», «sagrada», «ombligo del mundo», «cuna de la cultura andina», «Roma de los andes», «Capital arqueológica de América», «entraña de la nacionalidad», «centro solar de la civilización», son algunos de los epítetos y frases que los intelectuales y artistas cusqueños han acuñado para ensalzar a su ciudad y que quien visita Cusco puede escuchar a cada paso, en los programas de radio y televisión local, en actos públicos de naturaleza política o cultural o de boca de guías de turismo.
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