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La Basílica Catedral del Cusco

Cinco puertas permiten el acceso a la planta, en forma de cruz latina, compuesta por tres naves sostenidas por 14 columnas o pilares rematados por 21 arcos de medio punto, con otras tantas bóvedas y diez capillas, incluyendo la sacristía.

Las capillas, en los muros laterales, son la expresión del arte ornamental aunque de diferentes estilos. En una de ellas se venera al Patrón Jurado del Cuzco, el Señor de los temblores.

El Altar Mayor de uno solo cuerpo y cubierto con láminas de plata de pura ley resalta con sus columnas dóricas.

El estilo barroco está representado en el coro tallado en madera de cedro por Diego Arias de la Cerda. Ubicado frente al Altar Mayor tiene una sillería de doble hilera. Es una extraordinaria obra de arte.

El púlpito plateresco emerge con sus columnas salomónicas de pilastras de la nave central y se le considera el más importante después del de San Blas.

La influencia española es notoria en la soberbia pinacoteca, formada por cerca de 400 lienzos.

Predominan las obras de los pintores cusqueños Diego Quispe Tito. Basilio Santa Cruz, Antonio Sinchi Roca y Marcos Zapata. La Sacristía ornamentada de muebles coloniales tiene, igualmente, un despliegue de cuadros de canónigos y de los Obispos y Arzobispos del Cusco, además del excepcional Cristo Crucificado atribuido a Van Dick.

La Gran Custodia, motivo de especial admiración, es una de las joyas de primorosa orfebrería y valor.

Toda de oro macizo pesa 26.677 kilos y mide 1 metro 20 de alto. El valor de la Custodia, incluyendo el viril y el Sol, es incalculable. Tiene incrustadas 331 perlas, 263 diamantes, 221 esmeraldas, 89 amatistas, 62 rubíes, 43 topacios, 17 brillantes, 5 zafiros y 1 ágata.

Para los cusquefios es ya familiar la famosa campana de María Angola colocada en la torre del Evangelio, pero para el visitante resulta un poderoso atractivo.

La María Angola fundida en oro y bronce, por Diego Arias de la Cerda, deja escuchar sus poténtes tañidos a 40 kilómetros de distancia, seis veces al día.

La construcción de la Catedral se inició en 1560 y estuvo a cargo en un comienzo del arquitecto vcizcaino Juan Manuel de Veramendi y luego el maestro Juan Correa.

La catedral del Cuzco (1560 – 1654 y 1668)

La catedral del Cuzco, cuya mole imponente y majestuosa se yergue en el sitio en el que, en tiempo de los Incas fue el Palacio de Wiracocha, fue erigida solamente por el primer Obispo del Perú, Fr. Vicente Valverde el 4 de setiembre de 1538, bajo la advocación de la Virgen de la Asunta, razón por la cual en el frontispicio de la Basílica – Catedral, se encuentra la siguiente inscripción: “Asump ta est María”, que desde entonces fue la Patrona titular. Se organizó eclesiásticamente a semejanza de la catedral de Sevilla, según reza en las Noticias Cronológicas del Cuzco, originales de Don Diego de Esquivel y Navia. El primer sitio asignado para la edificación, parece que fuñe el actual templo de la Merced, y que ya en 1541 se optó por el que actualmente ocupa. Pero la verdad es que la primera piedra del edificio se colocó ya en 1560, razón por la cual consideramos, el tiempo de su construcción de 1560 a 1668, año en el cual comenzaron los trabajos de construcción.

El arquitecto que trazo los planos y que inicio la obra fue el vizcaíno Juan Miguel de Veramendi y el 2 de diciembre de 1616 mandó remitir el Cabildo secular al Virrey los modelos de la obra y edificios de la Iglesia Catedral de esta ciudad, con los informas dados por los maestros mayores. El canónigo Juan Ruiz de las Casas, por encargo del Obispo Solano, compró el solar de su propietario Don Alonso Mesa, a quien le tocó en el reparto de 1534, con dos mil ochocientos pesos.

“Aquel día el Cabildo Eclesiástico se dirigió procesionalmente hacia la zanja donde el Chantre Fernando Arias colocó la primera piedra, depositando allí una medalla de oro, adornada con muchas alhajas valiosas, en conmemoración de acto tan singular”

“Entonces ejercía el cargo de Alcalde del ilustre Cabildo Secular don Diego Maldonado y era Virrey del Perú, Donde Diego Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete”.

En el año 1644, el Obispo Don Juan Alonso Ocon, Obispo de Yucatán, afirmo ante el Cabildo que tenía gran deseo de proceder a la otra de la Iglesia Catedral, poniendo se nombrara un maestro de ceremonias y un perrero, etc. En el año de 1646, el Cabildo Secular ha pedido del mismo Obispo, aplicó el 20 de febrero del referido año, para la obra de la Catedral, cinco mil pesos, entregables en seis años desde el año 1647, de sus propias rentas, omitiendo el gasto de los fuegos artificiales del Corpus Chriti. El D. Juan Ruiz de Santa Cruz Arcediano, manifestó ante el Cabildo Secular en 15 de julio del año 1647, en nombre del señor Obispo Don Juan Alonso Ocón, una cédula real dada en Zaragoza en 30 de julio de 1646, por lo cual manda su majestad que el Cabildo, justicia y regimiento, presente al Virrey el estado en que tiene las obras de la Catedral de esta ciudad, pidiendo que mande aplicar que el Virrey y en su real nombre, ciento cincuenta mil ducados, para concluir dicha obra, repartiéndolos en cuatro años, por tercias partes, entre la real hacienda, los encomenderos y los indios, como desde antes estaba ordenado. En cumplimento de cuya real arden, el Cabildo mandó informar al Virrey, dando poder a un Delegación de tres personas.

En el año de 1650, año del terremoto, la Iglesia Catedral no sufrió sino leves daños que no comprometieron su estabilidad, no así el Convento de Santo Domingo que cayó todo, sin quedar traza de él, iglesia, celda, ni claustro, como reza en los Anales delCuzco, así como la Compañía de Jesús, el celebrado Convento de Nuestra Señora de los Mercedes, se arruinó todo, no obstante la firmeza de sus muros que parecía eterno o por muchos siglos durable.

En el año de 1651 y el 20 de marzo, fue promovido al Arzobispado de Charcas, el Obispo Don Juan Alonso Ocón, uno de los más fervorosos prelados y el que seguramente más hizo por la terminación de la Catedral, la que la termino en su periodo, durante nueve años, de trabajos continuos, habiéndolo proseguido con todo empeño desde el año 1645. El 23 de enero del mismo año dio para adorno de la Iglesia un frontal de Plata y seis blandones. Con esta cantidad y otra mayor aún se fabricaron dos hacheros grandes de a cien marcos cada uno, pagó de más de dos mil por la hechura, trabajos que se efectuaron en Potosí, la ciudad minera por excelencia, en aquel tiempo. El mismo Obispo y antes de retirarse mandó nueve retratos de los Obispos antecesores, encargando se pangan en “parte decente”, de “donde no se saquen”. Figuran estos retratos actualmente en la galería de los obispos del Cuzco, en la Sacristía de la Basílica Catedral.

El autor de los anales del Cuzco Don Diego de Esquivel y Navia, en la interesante recopilación de datos sobre la Basílica Catedral del Cuzco, dice así en otro acápite, de su muy interesante obra:

“En el mes de julio se dio fin al edificio y grafica del magnífico templo de la Catedral de esta gran ciudad del Cuzco, fundada en el mismo sitio donde estuvo el Palacio del Inca Viracocha, octavo Rey del Perú, en que estaba un salón que destinaron paratemplo, cuando se tomó posesión de esta ciudad, a 23 de marzo por haberse dado principio en el alto y sacrificio de la misa y al culto divino; elección que continuaron en la repartición de los solares dicho año y en la guerra de Manco Inca, el año, 1536, aunque después trataron ambos cabildos de mudar el sitio por varias actas que no tuvieron efecto y se restableció el primer. No se sabe el día que pusieron la última piedra, por qué haberse asentado en los libros del Cabildo. La hermosa arquitectura y simetría de la portada que mira al Occidente. Las torres con capiteles de tal primor que se excede este templo a todos del Reino, son admiración de los mejores peritos que hacen a su vista débil, cualquier hipérbole. ¿Qué diré de su firmeza, cuando en los terremotos del año de 1650 en que estaba casi concluida la obra y otros que despuésacá se han repetido, no han causado en ella detrimento alguno? Debiese lo principal de su fábrica y el último complemento a la fervorosa activa aplicación del ilustrísimo señor doctor Don Juan Alonso Acón, Obispo de esta Diócesis y Arzobispo de la Plata, según es notorio. Consta en el tercer libro del Cabildo donde está una acta de 30 de julio del tenor siguiente: “propuso el señor Deán diciendo, como era notoria al Cabildo estaba próxima la traslación del Iglesia vieja de la catedral a la nueva, que había de ser el día 14 de agosto, primero de este año, con solemne posesión por ambas partes de la plaza, llevando al Señor y sagradas imágenes, con toda demostración de alegría y regocijo para clocarlo en su sagrario y las sagradas imágenes en sus capillas y retablos, para ello se fuese militares y otras muchas demostraciones de alegría, por haberse servido nuestro Señor.

La fabrica de la Iglesia nueva de esta Catedral se acabó con toda perfección, por medio del trabajo incesante que el ilustrísimo y reverendísimo señor Don Juan Alonso Ocón, había puesto, solicitando personalmente es cartas y amonestaciones saludables de sus ovejas, moviéndolas a que diesen y ofrecen limosnas considerables para la conclusión de la obra, como lo hicieron son grandes cantidades. Además de estas solicito a los señores virreyes de este reino,  para que con sus informes, concediese su majestad, que dios guarde como de hecho concedió, arbitrios para seis años continuos, se diesen ciento cincuenta mil decanas (moneda de oro que se usó en España hasta fines del siglo XVI, cuyo valor variable llegó a ser más de siete peseta o sea que en total se consiguieron para esta obra: un millón, cincuenta mil pesetas.) pagados por tercias partes: una por su majestad de las reales cajas de esta ciudad, otra por los encomenderos; y la tercera por los indios de este obispado, pagando un tomín cada uno. (Moneda de Plata que se usaban en algunas partes de América equivalente a algunas partes de América e equivalente a unos treinta centésimos de peseta. Impuesto que pagaban los Indios en el Perú con destino al sosteniendo del Hospital y como se ve a la construcción de los templos. Pagaron los indios, pues, para esta construcción la respetable suma de trescientas cincuenta mil pesetas). Con estos efectos y los de las limosnas que llegaron a más de ochenta mil pesos que juntó con mucho cuidado y santo celo comenzó a construir la iglesia por el año pasado (1653) y se concluyo en el presente (1654), habiéndose comenzado esta obra por otros obispos hará más de cincuenta años (fueron más de 90), muchos que pasaron sin ponerse piedra en la obra que así se ha acabado por mucha industria y trabajo, tan insigne de tres naves toda de cantería cual se ve de los menores que se conocen en el orbe. Luego determinaron que se cantase una misa, todos los años en el día de San Juan, por el señor Obispo, cuyo piadoso empeño contribuyó la eficaz vigilancia del Dr. Don Diego Arias de la Cerda, Prebendado de esta Iglesia, Obrero Mayor de ella nombrado por provisión del Márquez de Macera el 29 de febrero de 1641, quien con su personal asistencia y económica distribución de las experiencias de su cargo satisfizo al común deseo dando dichoso fin de la obra, adornándola con almenas, baluartes, puertas, sacristía y demás oficinas que eternizarán su memoria. Fray Diego de Mendoza, en su crónica de sillería, con primor labrada, con cinco naves cubiertas de bóvedas y arquería, con sus capillas y hornacinas de lo mismo. Digna de perpetua memoria, fue la ejemplar acción de toda aquella ciudad al extremo de que la iglesia que, para limpiarla de tantos años que duró la fábrica, comenzó el Cabildo Eclesiástico a sacar la tierra en esportillas de cuero y el Corregidor Don José Idiáquez, caballero de la Calatrava, con su Cabildo y cuatro caballeros de hábito hicieron la misma acción a quienes siguieron los religiosos y clero, todos los nobles y plebeyos con tan gran devoción y celo que fue de gran y singular ejemplo a los indios con que en breve se desembarazó la iglesia y quedó con todo aseo. Viernes 14 de agosto por la tarde, habiendo precedido la misa y bendición que previene el ritual romano, celebró la coronación del nuevo templo e iglesia catedral de esta gran ciudad del Cuzco, con una procesión muy solemne que salió de la Iglesia antigua donde hay es el Sagrario, llamado el Triunfo, con el Santísimo Sacramento y sagradas imágenes; asistiendo a ella ambos cabildos, el clero y las comunidades. Dieron vuelta por las dos plazas, bien adornadas de altares en la forma que se acostumbrada, el día de Corpus Christi. El Santísimo fue colocado en el altar mayor, en su tabernáculo, y las imágenes en sus capillas. Se celebraron, después, con toda solemnidad las vísperas de la Asunta de Nuestra Señora, titulas de nuestra Santa Iglesia. Al día siguiente sábado, se estrenó con la misa sermón de la festividad, continuándose por toda la 8ª, con a frecuencia y devoción de la ciudad; y en cada noche de la octava costosas fuegos; y hasta principios de setiembre fiesta de máscaras muy lucidas, comedias, corridas de toros y otras invenciones, que los ciudadanos oficiales y gremios demostraron el común regocijo, aún excediendo el ánimo de lo dispuesto por ambos cabildos. Fue esta colocación u estreno los 121 años que se tomó posesión de esta ciudad por los Reyes Católicos, y a los 116 años de la fundación de esta Iglesia Catedral; al decimo del pontificado del Inocencio X, siendo Rey de España y de las Indias el señor Felipe IV y Obispo de esta Diócesis el Ilustrísimo señor doctor Don Pedro de Ortega Sotomayor y Corregidor del Cuzco, Don José de Idiáquez Isasi de la Orden de Calatrava. La traslación de los restos de los ilustrísimos señores obispos y prebendados, difuntos, de la Iglesia antigua a la nueva, con asistencia de los cabildos, clero y religioso, fue por el mes de diciembre, un día después de las sequías y aniversario general de las ánimas, que celebraron los temblores del año 1650 por haberse disminuido la que venía a esta ciudad, así como las de su propia vertiente, malográndose en gran parte los conductos por las aberturas de la tierra, fue uno de los cuidados de consideración por la común incomodidad, para cuyo remedio el Cabildo, justicia y regimiento, en 18 de noviembre de 1652 se nombró diputados que fuesen a reconocer los manantiales circunvecinos para traer sus aguas a sus fuentes.

En el año de 1656, los señores del Venerable Cabildo y Deán acordaron que se fundiera una campana grande, con destino a la Iglesia Catedral, cuyo peso fuera de 130 quintales, para una de las torres nuevas de la misma. El Obispo de aquel tiempo Dr. Don Pedro de Sotomayor ayudó con la suma de mil pesos de a ocho sacados de costos generales, como consta en las crónicas. La campana debía de costar siete mil pesos, nombrándose como comisario al Deán para que el Cabildo secular, sacase algunas limosnas para ayudar a la obra y que junto con el corregidor de esta ciudad, saliese por las calles y plazas recoger las limosnas que quisiesen hacer los vecinos y ciudadanos.

En el acta del Cabildo de esta ciudad, del 3 de diciembre del año de 1658 se lee lo siguiente: “Otro sí, por cuanto una campana grande que ha poco se fundió segunda vez salió mal, y para hacerla por tercera vez concedieron quinientos pesos de a ocho, de la renta de los prebendados, racioneros Don Diego Aries de la Cerda, Obrero Mayor, quien pidió para los gastos de metal que se desperdicio y como limosnas para dicho gasto”. La tercera y última fundición de esta campana que ha sido dado en llamarse María Angola y sobre la que existe una curiosa tradición, fue el año de 1659, como consta en la inscripción de la misma campana que se encuentra en la torre del reloj de la Basílica Catedral.

En el libro 40 del Cabildo y en el año de 1666, se encuentra la crónica de la consagración de la “Campana grande” realizada en el año de 1659, en la siguiente forma: “Por cuanto en esta ciudad del Cuzco se levantan tempestades de truenos y relámpagos, que algunas veces despiden rayos que atemorizan a los vecinos, y deseando el ilustrísimo y reverendísimo señor Dr. D. Bernardo de Izaguirre, Obispo de esta ciudad, del Consejo de su Majestad, ocurrir al remedio y consuelo de tales aflicciones, porque Dios Nuestro señor se sirva librar de tales plagas, que por los pecados amenazan el castigo divino se movió con su acostumbrada piedad y celo a consagrar cuatro campanas que tiene una de las torres de la Catedral, que tanto poniéndolo en ejecución, el 22 de noviembre del año pasado (1658), su ilustrísima vestido de pontical, con asistencia de los señores doctores Juan Diego de Vargas Chacón, Arcediano y Don Francisco Enríquez, Chantre, subió su lustrado a dicha torre y con las ceremonias que dispone el pontifical, consagro las cuatro campanas grandes, comenzando por la mayor, que está es medio de la Torre, poniéndola por nombre el de Asunción de Nuestra Señora. Prosiguiendo por orden con las otras tres, puso a la segunda el nombre de san Pedro, a la tercera el de San Pablo y a la cuarta el de Santa Barbará. Y asimismo consagro otras muchas campanillas pequeñas, para consuelo y devoción de las personas que lo pidieran y que estaban presentes a la hora de la consagración. Después de los cual tuvo por bien su ilustrísima, consagrar otras cuatro campanas grandes de la torre de esta Catedral que están encima de la capilla, que al presente sirve de bautisterio a los curas. Para llevar a efecto, el sábado 11 de diciembre infra-octava de la concepción de nuestra Señora, su ilustrísima vestido de pontifical, con asistencia de los cuatro prebendados ya mencionados, vestidos de dalmáticas, subió a la segunda torre y con las mismas ceremonias que ordena el ritual, consagro otras cuatro campanas grandes, comenzando siempre por las mayores. A la primera puso el nombre de Inmaculada Concepción de Nuestra Señora; a la segunda el de Santiago, a la tercera el de San Bernardo y a la cuarta el de Santa Catalina de Sena.

La consagración de la Iglesia Catedral del Cuzco fue en día domingo 19 de agosto del año de 1668. El testimonio comprobatorio, copiado ad pedem littere, del libro Capitular, dice así: “Últimamente, habiendo determinada su ilustrísima señor Obispo D. Bernardo de Izaguirre, en su acostumbrada piedad y cielo para mayor honra y gloria de Dios Nuestro Señor y ben espiritual de las almas, consagrar la Iglesia Catedral de esta ciudad del Cuzco, para dar principio y el día que se debía de hacer, ordeno que en la misa conventual solemne, que se cantó el día de la Asunción de Nuestra Señora el 15 de agosto, al tiempo del ofertorio, subieses al púlpito el Dr. Diego Vargas Chacón, Arcediano, el cual con solemne demostración dijo y declaro al pueblo que estaba presente, que su Ilustrísima señalaba el dominio de esta infra-octava, en 19 de dicho mes para hacer dicha consagración y ser de ayuno para eclesiásticos y seglares el día anterior; que así lo tuviesen entendido y asistiesen a esta acción, principalmente todas las personas que había de ejercer los oficios que les fueren señalados. Y en prosecución de ello, el sábado, 18 de agosto, después de vísperas su ilustrísima vestido de pontifical y teniendo por asistentes a Don Alfonso Merla de la fuente, Deán Asistente, con capa, Dr. Don Diego de Vargas Chacón, Arcediano y Don Francisco Enríquez, Chantre, con dalmáticas. Don Lorenzo Ordoñez de Villaquirán y Don Diego Arias de la Cerda, Canónigos asistentes, diáconos, con asistencia de los señores, Bachiller Marcos Antonio Fernández de Antezana. Dr. Don Bartolomé de Santibáñez, Dr. Eugenio Gómez de la Vaquera, Canónigos Don Juan de Dios Esquivel Alvarado y Dr. Diego Vásquez de Castro, racioneros. Su ilustrísima con la debida veneración y devoción, besó el cofrecillo de las sagradas reliquias de nuestros santos mártires, confesores y vírgenes, llevándolos en hombros de sacerdotes revestidos, con solemne procesión, desde el altar mayor de esta catedral, con acompañamiento del clero, con sobrepellices, todos los religiosos con justicia y regimiento y numeroso pueblo, las colocó en la Sacristía del Triunfo, donde se cantaron maitines solemnes y quedaron muchos sacerdotes que por sus horas las asistieron y velaron toda la noche cantando salmos e himnos. El domingo 19 del mes de agosto de 1668, habiendo precedido fuera y dentro de la iglesia todas las ceremonias del, pontifical, a que se dio principio desde las cinco de la mañana por su Señoría, con los solemnes prebendados asistentes y sacando con la misma solemnidad y veneración las sagradas reliquias y hecha la procesión que dispone el pontifical, con ellas alrededor de la iglesia, por la puerta de afuera, poniéndolas en frente de la puerta principal de la iglesia, en el cementerio, en sus andas, estando asimismo, puesto dosel, silla y sitial donde se sentó su ilustrísima, hizo una plática pía y devota dando a entender a los circunstantes los misteriosos de aquella consagración, respeto y veneración que se debía a las iglesias consagradas y la obligación de pagar con fidelidad los diezmos. Después de lo cual se entraron procesionalmente las sagradas reliquias en la iglesia. Prosiguió su ilustrísima con la consagración del altar mayor y unción de las doce cruzadas esculpidas en otras tantas pilastras de la iglesia. En testimonio de éste firmó su señoría con los prebendados asistentes, para que en todo tiempo conste la consagración de la Iglesia Catedral y de las ocho campanas. Firmaron ante mí: Juan Calvo. Secretario.

El Obispo Izaguirre, que consagró la Iglesia Catedral, murió el 17 de marzo del año 1670 y fue enterrado en la Iglesia de la compañía de Jesús.

El 28 de junio de 1684 murió en la ciudad el Dr. Don Diego Arias de la Cerda, quien fue Cura de la doctrina de Pisac. Fue obrero Mayor de la Iglesia Catedral, por provisión y título de Mancera, el 29 de febrero de este año en que del todo concluyó y perfeccionó esta iglesia, adornándola con puertas y almenas, fabricó la sillería del coro, con su trono e imágenes todas de cedro de maravillosa escultura, el púlpito, ambones, arcas y escaparates de la sacristía. Fundió la campana grande de 13 quintales, en el año 1659, que costó más de siete mil pesos, en el sitio de la iglesia vieja que llaman el Triunfo.

En el año de 1733 Fray Bernardo de Serrada, dieciséis Obispo del Cuzco, donó un carro de plata, para sacar en él al Santísimo, en su festividad de Corpus Christi, el cual costó ocho mil cuarentitres pesos de la manera siguiente: cinco mil ciento veinticuatro pesos que montaron setecientos treinta y dos marcos de plata a siete pesos; la hechura importo dos mil trescientos pesos; carpintero, clavos, y cerrajero, cuatrocientos pesos; los gastos del cajón en donde se guarda el coche costaron dos cientos diecinueve pesos. Amplió también el señor Serrada el tabernáculo de plata que es también la mayor grandeza y hermosura de la Catedral, fallando en ella todavía el calzado para su total decencia y perfección. Dio a la Catedral un cáliz de oro de libra y media de peso, otro de plata con sobrepuestos de plata, un viril dorado de catorce marcos y dos de veinticinco, quedando de sus espolios muchas alhajas y ornamentos preciosos.

El lunes 14 de junio de 1745 se trajo de casa del señor Obispo Morcillo, la custodia de oro de la catedral, acabada, con el objeto de entrenarla el día de Corpus Christi. Cargándola los sacerdotes con sobrepellices y muchos clérigos con el mismo traje. Hubo muchos cohetes y repiques de campanas en todas las iglesias. Fue esto a los doscientos años que entraron los españoles en la ciudad.

Esta joya, por su riqueza, su barroco y su recargado arte encaro y piedras preciosas, es seguramente uno de los tesoros más ricos y unos de los orgullos de la capital Arqueológica de América. Esta custodia que consta de dos partes: l viril y la custodia o base propiamente dicha y otra son el patrimonio de una época que llamaríamos de: El Dorado Cusqueño.

Esta maravillosa joya, cuya descripción intentaremos y cuyo inventario minucioso y auténtico traemos a las páginas de este estudio, fue avaluada en aquel tiempo, o sea en el año 1745 en noventa mil pesos. Calcúlese hoy día cual será su valor ya no intrínseco que tal sería aquella evaluación, sino el que se le puede asignar por su factura y valor artístico.

Como hemos dicho anteriormente consta de dos partes, una que el sol desgraciadamente ya no es el auténtico. Fue robado el año 1892 por Calixto González y un ex-sacristán apellidado Calero. El actual sol es de plata dorada y pesa doce libras, 8 onzas y ½. Este sol tiene cuatro luces pectorales, dos de las cuales se sacaron del viril. La primera cruz pectoral de oro tiene 84 diamantes y se encuentra en la parte superior del sol. La otra cruz tiene 40 esmeraldas. Las otros cruces pectorales tiene 30 esmeraldas y 24 amatistas respectivamente.

En la parte superior del sol hay una esmeralda y las siguientes piedras preciosas repartidas en las aspas del sol: 1 amatista en forma de corazón, un topacio regular, 1 amatista, 1 topacio cuadrado y topacio facetado, 1 amatista regular, 1 topacio mediano y 1 amatista cuadrilonga, todas estas piedras preciosas engastadas en oro. En las extremidades de las seis aspas del sol existen 6 diamantes.

Este sol tiene dos príxides, uno de plata y el otro de oro, con 16 brillantes pequeños, 2 rubíes y un ágata. Este último píxide, se mandó hacer con el anillo obsequiado por el Obispo Fray Gregorio Castro y fue trabajada por Don Gregorio Gallegos el año 1745, pesando sólo el viril 2 arrobas, 4 libras y 7 onzas de oro en bruto. La custodia consta propiamente de cuatro cuerpos, habiéndosela dividido en 40 partes para la mejor distribución del inventario de las piedras preciosas que es el siguiente:

  1. La rosa del emboque, en el que se coloca El sol de la custodia, robado, como hemos visto por Don Calixto González y recuperado, en y completamente destrozado, después de la larga y fatigosa odisea, está adornada con 13 perlas pequeñas y cinco goteras, dos de ellas con chispas de diamantes y tres de rubíes.
  2. Siguiendo el inventario de arriba hacia abajo, se encuentran dos bultos o efigies, uno de ellos de Nuestra Señora de la Asunción y otra del señor San José, fijados en la base siguiente del emboque. La efigie de la Virgen de la Asunción, contiene 37 esmeraldas entre grandes y chicas, 6 diamantes pequeños, 5 rubíes también pequeños, 5 amatistas La efigie tiene una coronita en la cabeza, una iglesia pequeña en el mano derecho asentada sobre una esmeralda grande; en el puño de la mano izquierda hay dos rubíes pequeños y 1 diamante. La efigie de San José contiene 32 esmeraldas entre grandes y pequeñas, 7 rubíes, 4 amatistas al pie, 1 rubí en cada lado del manto. En la mano, lleva una azucena con 3 perlas, un diamante y 2 rubíes pequeños en el puño de la mano derecha.
  3. En medio de las dos imágenes referidas, existe una cruz grande, con 87 diamantes, entre ellos 2 grandes y 19 medianos, siendo los demás pequeños.
  4. Más abajo puede verse una sortija con dos amatistas.
  5. Luego otras dos sortijas con amatistas grandes que adornan la base.
  6. En el frontis de la base hay una coronación con 1 esmeralda grande, 10 perlas, 3 amatistas y 1 patito formado con dos perlas grandes. Aquí encontramos un parecido con la custodia del templo de la Merced, en la cual, una hermosísima, extraña y rara perla forma el cuerpo de una sirena. Aquí dos hermosas perlas forman un cuerpo de un patito.
  7. Debajo de dicha coronación hay una cruz con 63 diamantes, con dos goteritas que tiene chispas de diamantes, colgadas de la cruz.
  8. En el remate de la base existen dos sortijas con amatista.
  9. Los cuatro Evangelios: San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan que se encuentran situados en las cornisas de la llamada linterna, son esmaltados.
  10. En la cornisa de la linterna, hay 40 perlas medianas, colocadas en cinco cercos.
  11. Luego pueden verse 15 sobrepuestos de amatistas y 13 de esmeraldas.
  12. Uno de estos sobre puntos tiene una esmeralda sin lápida, una de las mejores, 4 esmeraldas pequeñas y 2 rubíes, también pequeños.
  13. En la parte media de la custodia, puede admirarse un Lignum Crucis, una astilla del madero de la cruz, dentro de un medallón Cristal en forma de corazón adornado con 10 esmeraldas de regular tamaño, una de ellas lapidada y las otras en forma de corazón.
  14. Hacia la parte inferior hay 2 florecitas, con 3 perlas al pie da cada una de ellas.
  15. En las cornisas de las dos columnitas que forman la linterna existen 25 perlas y 2 sortijas, con 6 rubíes pequeños que componen la linterna y 2 esmeraldas.
  16. Al pie de las columnas y debajo de la linterna existen 25 perlas la parte inferior una imagen de Santo Tomás de Aquino, adornada con 5 diamantes, 2 rubíes, un sol en el pecho, siendo el ropaje todo esmaltado.
  17. Siguiendo la descripción de la custodia, se encuentra, hacia la parte inferior una imagen de Santo Tomás de Aquino, adornada con 5 diamantes, 2 rubíes, un sol en el pecho, siendo el ropaje todo esmaltado.
  18. Debajo de la efigie de Santo Tomás, hay una cabezuela de pendantif con 6 diamantes y 1 brillante tabla.
  19. Hacia la cabeza de la efigie hay una flor con un rubí grande en medio de ella.
  20. Al pie del Santo hay una rosita esmaltada con 1 rubí.
  21. En las esquinas en donde se encuentra situado el santo, hay 3 goteras con 2 perlas cada una.
  22. En el cuarto cuerpo de la Custodia, hay un relicario en el que se encuentra una espina de la corona del Señor, el mismo que está adornado con 8 esmeraldas, 8 perlas y 2 rubíes con cuatro hojitas esmaltadas.
  23. Más abajo hay dos sobrepuestos esmaltados, con 3 amatistas grandes.
  24. Luego 8 carteritas de las cuales 6 tienen perlas.
  25. A los lados de la sierpe o dragón, hay dos sobrepuestos, con piedras que parece que son topacios blancos.
  26. Al pie de la espina del Señor, se encuentra una sierpe o dragón que tiene 13 esmeraldas aguacate, una de ellas, la del pecho la más grande de la custodia.
  27. Al pie de la sierpe existe un sobrepuesto esmaltado con un rubí grande.
  28. Hacia ambos lados de la astilla, existen dos efigies, la una de San Joaquín, a la mano derecha y de Santa Ana a la izquierda, con sus respectivas diademas. La de San Joaquín tiene un báculo con 1 esmeralda.
  29. En el mismo cuerpo y en el centro, debajo de la astilla existe una esmeralda muy grande, y rubí también grande otros 4 rubíes también grandes y 1 rubí pequeño, con radios de 4 esmeraldas, 4 piedras blancas o zafiros blancos, 3 perlas y 1 zafiro al pie.
  30. Sobre la cruz, hay dos sobrepuestos con esmeraldas, 2 medianas y 1 grande.
  31. Dos sobre puestos en la misma forma de cruz, con 1 esmeralda al medio de cada una de ellas, con 4 rubíes y 4 topacios blancos.
  32. Otro sobrepuesto hacia la parte de atrás, con 1 esmeralda al medio de cada una de ellas, con 4 rubíes y 4 topacios blancos.
  33. Existe otro conjunto sobrepuesto de piedras preciosas, al pie de la cruz de rubíes, con 6 amatistas, 1 rubí en medio, 4 esmeraldas de diferentes formas y 4 topacios blancos.
  34. En la parte superior del anterior sobrepuesto, hay otro sobrepuesto con una piedra grande que parece ser cristal de roca, asemejándose a un gigantesco y hermosísimo topacio blanco.
  35. En la base de la custodia y muy bien repartidos pueden verse 4 sobrepuestos esmaltados con 10 perlas cada uno de los, faltando una de ellas. Los dos primeros sobrepuestos muestran 1 esmeralda al centro y lo otro 1 amatista.
  36. Otros dos sobrepuestos, a los lados de los anteriores, el del lado derecho con un rubí al medio, 6 esmeraldas, 2 piedras blancas o topacios blancos y 2 amatistas y al lado izquierdo otro sobrepuesto con 1 rubí, 4 esmeraldas, 2 piedras blancas o topacios blancos. Todos los engastes de estas piedras son esmaltados.
  37. En la parte de atrás de la base de la custodia, existe un sobrepuesto con 8 piedras preciosas, entre las que se distinguen: 1 esmeralda grande, 2 rubíes, 1 amatista y 4 topacios blancos.
  38. En la misma base de la custodia, pueden distinguirse 7 ramos esmaltados pendientes de sus respectivas carteras, con 57 flores pequeñas, adornadas cada una con 1 perla, menos 7 que, seguramente la han perdido.
  39. En los adornos de la base pueden verse 5 angelitos con un penacho en la cabeza, 4 con 1 rubí al centro, con adornos esmaltados y 2 perlitas a los lados y no de ellos con 1 topacio blanco.
  40. En esta misma base de la custodia, en la llamada mesa, existen otros 8 sobrepuestos, los cuatro primeros son de forma cuadrangular y tienen 16 perlas cada uno, así como 1 amatista y 16 perlas y los de forma ovalada, 2 con 16 perlas cada uno y 2 con 17 y 1 topacio blanco en el centro.

Además en la planta o base existe un escudo esmaltado con las armas del Obispos Diego Morcillo de Auñón que mandó construir esta custodia. Este escudo tiene 2 perlitas a ambos lados, 20 piedras preciosas, entre ellas 3 esmeraldas, 3 rubíes, siendo las demás piedras blancas que se creen topacios blancos en número de 14.

En total y en resumen el sol y la custodia de la Basílica Catedral de Cuzco tiene las siguientes piedras preciosas.

 

Perlas

Diamantes

Rubíes

Esmeraldas

Amatistas

Brillantes

Zafiros blancos

Topacios

Ágata

Viril

331

173

62

150

60

1

5

39

Sol

90

2

71

29

16

4

1

Custodia

331

263

62

221

89

17

5

43

1

 

En su base la custodia mide 40 centímetros de ancho, la altura del viril es de 77 centímetros desde la base al emboque y el sol tiene 43 centímetros de alto, lo que dan un total de 1.20 para la custodia es decir el sol y el viril.

El veril tiene pues 801 piedras preciosas, el sol 213 y en total la custodia 1014 piedras, todos ellas legitimas y no como se creyó hasta hace poco falsas.

Si en aquellas dichosos tiempos la custodia de la magnífica y grandiosa Catedral del Cuzco, fue avaluada en noventa mil pesos, al ser obsequiada por el Obispo Diego Morcillo de Auñón, cuyo escudo de armas se encuentra en la base de la custodia, calcúlese, hay, cuál será su valor, no sólo ya, en oro y piedras preciosas, sino, por sobre todas las cosas, su valor, como una de las joyas artísticas más grandes y más admirables del mundo entero.

En la construcción de la Catedral del Cuzco, conocemos los nombres de cinco directores, arquitectos o alarifes que intervinieron en si construcción. Don Manuel de Veramendi, a quien debe atribuirse sólo el plano o trazado general, pues dirigió la obra apenas un año, siendo reemplazado por el maestro Juan Correa. Don Diego Arias de la Cerda, que aparece en la obra: “Arquitectos, Escultores y Pintores, vecino de Sevilla, de Don Celestino López Martínez (Sevilla 1928). Diego Arias de la cerda, pintor de imaginaria, vecino de la colación de Santa María 1635, contrata en 1649, con el arquitecto Domingo Chávez de Arellano, la dirección de las obras de la iglesia, quien habría ocupado como alarife a Antonio de la Coba.

En el edificio puede distinguirse dios personas diferentes. Uno es el general muy bien atribuirse a dos personas diferentes. Uno es el general y otro el del motivo que exorna la puerta principal, origen del estilo que hemos denominada xiloformo. El edificio debe atribuirse a Veramendi y Juan Corre que trabajaron entre 1560 y 1654. La exornación de la fachada principal, la sillería del coro, el púlpito, el altar mayor primitivo, ya que el actual, es de principios del siglo XIX y algunos de los altares laterales, deben atribuirse, a Don Francisco Domínguez Chávez y Arellano, bajo la dirección o en colaboración con el pintor de imaginería licenciado Diego Arias.

La similitud de las formas de la Catedral con las de la Compañía, hace pensar que una misma persona intervino en la construcción de ambos edificios, tesis que ha quedado comprobada por el hallazgo hecho por el Dr. J. Uriel García, Catedrático de esta Universidad del Cuzco del acta de contratación del Arquitecto Don Francisco Domínguez de Chávez y Arellano para dirigir los trabajos del templo de los Jesuitas por el Procurador de la Compañía F. Juan de la Rocha, el 22 de marzo de 1652.

El edificio mismo, en su primera etapa, pertenece a la arquitectura de transición ejecutada en España entre la época plateresca y el renacimiento propiamente tal, Ligase al plateresco por las nervaduras de sus bóvedas que simuladas o no, revelan la preocupación de la época, y al renacimiento por el sobrino clasicismo dórico de sus pilares y cornisamento. Los edificios que más se le asemejan en España, son: las catedrales de Málaga y granada, obras de Diego de Siloé, fallecido en 1563.

La sobrina de sus líneas nos recuerda a Juan de Herrara, y en la robustez de sus proporciones pueden haber influido las obras de sus antecedentes inmediatos a Herrera, como ser Juan Bautista de Toledo – el primer arquitecto del Escorial –  y sobre todo la arquitectura incásica o pre incásica, aquella megalítica de grandes proporciones. Tal como la fortaleza de Sacsayhuaman. Como bien dice el Ingeniero Benavides, el hombre que proyectó esta obra, no ha podido permanecer indiferente a los grandes monumentos preincaicos o incaicos de la región y del altiplano, que parecen haber sido hechos para desafiar a los terremotos, tan frecuentes en eses tiempo.

La composición general de tres naves y de ambulatorio, capillas laterales y torres sacadas fuera de las naves laterales, es muy feliz e indudablemente ha influido en la planificación de los muchos edificios importantes, inclusive de la Catedral de Lima. Sus dos torres bastante separadas, acusan una perfecta comprensión de sus funciones y de las necesidades de la construcción, pues es siempre difícil darles la estabilidad necesaria cuando deben agujerarse con vanos, en su base. Aparecen como dos pedestales inconmovibles que sostienen  el elegante cuerpo que contiene las campanas, abierto por ventanas pareadas en sus cuatro costados, separadas por pilastras de vigoroso almohadillado. Los cuerpos de las campanas están cubiertos con capulines con un pináculo que hace las veces del clásico eupulín. En las esquinas, para pasar del cuadrado al círculo, también pináculos, tímidos ensayos de los futuros cupulines que se emplearían en épocas posteriores.

A la época de las naves y las torres, deben pertenecer las exornaciones almohadilladas de las puertas laterales de la fachada principal.

La exornación de la puerta principal, ejemplo típico del estilo xiloformo es el único motivo arquitectónico de la segunda etapa, inspirado en la forma del coro y los aliares. Su composición es feliz. Hay quien la ha clasificado dentro del plateresco, tan sobria aparece frente al barroquismo churrigueresco de las épocas siguientes; pero es barroca en países como Italia o Francia.

Su barroquismo es, por lo demás, arquitectónico. No intervienen en él, ni la decoración floral a que tan inclinados se muestran los italianos, ni las columnas salomónicas, ni los fustes caprichosos de Churriguera y sus continuadores. Encontramos estos caracteres en las obras del barroco peninsular. El barroquismo de la fachada se evidencia en el modo de tratar los elementos de los llamados órdenes clásico: la técnica corresponde a una labor de carpintería, más que de construcción.

Así como el estilo llamado Plateresco deba su nombre y trae el origen de sus formas ornamentales, de la aplicación a la arquitectura, de la técnica propia de los plateros, así se nos presenta esta composición como el resultado de la aplicación de la técnica de los carpinteros, talladores y ensambladores, a la exornación arquitectónica ejecutada en piedra. En España no existe propiamente, según lo afirman, conocidos autores, ninguna obra gemela. De ahí no puede caber dentro de las clasificaciones de Shubert. Dentro de la arquitectura del Virreinato de nuestro País. En especial, la Catedral, hay Basilia Menor, adquiere una importancia trascendental, formará escuela y puede constatarse su marcada influencia.

Sin embargo la obra maestra del autor de la fachada de la Catedral, es la sillería del Coro de la misma Catedral, aquí trabaja en un material que conoce y cuya técnica domina a la perfección.

La planta de la Catedral es de estilo renacimiento, es cuadrangular y trazada de E. a O. con tres naves y un crucero sin cúpula especial. La planta tiene la forma de una cruz latina, pero no tan perfecta como la de la Compañía de Jesús, en la que, esta forma de cruz aparece perfectamente. En el interior, tiene tres grandes bóvedas principales, sustentadas por un sistema de pilares de 10 a 12 m. de elevación. Son pilares altos y sobrios, alistados, con sus capiteles que son simples molduras que sintetizan frisos sencillísimos, sobre los cuales se elevan las famosas bóvedas de gran diámetro. Desgraciadamente y no obstante ser pilastras de piedra pulimentada, han sido retocadas, absurdamente, con pintura al aceite. Estas bóvedas le dan mayor elevación interior al templo, principalmente, en el crucero, lugar en el que se elevan a mayor altura. En las dos capillas de entrada, no con arcos de medio puntos, como los otros,  sino más bien arcos ojivales, lo que precisamente hace afirmar a Zola, que se ha incrustado el gótico decadente, en el estilo del renacimiento, predomínate, sobre todo, en la arquitectura interna de la Basílica Catedral del Cuzco. La construcción en si es amplia, se levanta sobre una terraza o plataforma, a la manera de las construcciones pre-incaicas o incas y exteriormente está formada por masas grandiosas de arquitectura, también imitando las construcciones antiguas, sostenidas por aparejos.

En el frente oeste se luce la fachada de la Catedral que no es, como se ha querido afirmar de estilo renacimiento, sino más bien una mezcla del estilo plateresco y barroco. La fachada es independiente del muro y parece que su construcción imitara, también, la monumentalidad y fortaleza de las construcciones pre-colombinas.

“La fachada de la Basílica- Catedral, consta de tres cuerpos: primero, basamento con molduras geométricas, sobre el que se elevan seis columnas corintias, tres a cada lado de la puerta llamada del Perdón, exentas, con los fustes ornamentados, hasta el primer tercio con arabescos y las iníciales H. I.J. (Jesucristo). Entre los intercolumnios hay hornacinas formadas por molduras simétricas estilo renacimiento. Sobre los ábarcos de las columnas corren el arquitrabe y el friso, éste ornamentado por almohadilla. Un cornisamento bien saledizo, que encima de la puerta forma un frontón, separa el primer cuerpo del segundo.

El segundo cuerpo consta de las siguientes partes: basamento sencillo – los pedestales son menores que los del primer cuerpo, – columnas del mismo estilo, exentas, cuatro a cada lado de un vano central. Los fustes están exornados con cortinajes plegados.

En los intercolumnios, asimismo, hay hornacinas, sobre éstas están los frontones circulares, en forma de espiras. Pináculos, además, con botas en las cúspides.

Tercer cuerpo: sobre el cornisamento de segundo se asientan los pedestales del tercer cuerpo que sostienen dos columnas corintias a cada lado de una hornacina; sobre éste se eleva un frontón, de tímpano mixto.

Corona la fachada un ático semicircular donde hay un escudete, por remate, una cruz y a cada lado de ella, dos leones de piedra que representan a San Pedro y San Pablo, Sobre la última cornisa, corren, además, almenas ornamentales.

Las puertas de entrada son tres, la del Perdón y las laterales de menor luz, con dovelas y jambas almohadillas por tenantes”. La Basílica Catedral del Cuzco, tiene un parecido con la de Santiago en España, aunque no existe en el mundo una obra igual.

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