Como ha señalado el investigador científico John Murra, los tejidos eran uno de los objetos más esmeradamente trabajados y más apreciados por los antiguos peruanos. Poseían un valor de cambio para pagar tributos y servicios recibidos y tenían además un valor simbólico y ritual. Finalmente, dependiendo de su calidad, eran objetos que otorgaban status a su propietario. No es casual que hasta el día de hoy las campesinas quechuas de las zonas aledañas al Cusco, sobre todo de las comunidades del Valle Sagrado de los incas, conserven la tradición de ser diestras productoras de tejidos de una belleza asombrosa.
Confeccionadas con lana de alpaca, llama u oveja, las prendas que tejen las campesinas son variadísimas, desde los chumpis o fajas, hasta las ponchos, pasando por las llicllas (chales), queperinas y unkuñas que usan las mujeres para llevar en la espalda a sus bebés o diversos productos. Lo característico de todas estas prendas son los ornamentos utilizados en el diseño, los así llamados pallaes, que han dado fama a los textiles cusqueños. Estos ornamentos tienen por lo general una rica variedad de motivos zoomorfos y antropomorfos, pero también incluyen representaciones simbólicas del sol y las estrellas, los fenómenos naturales y los campos de cultivo, al extremo que hay autores que consideran que los tejidos son el libro de la sabiduría andina.
Tejidos elaborados por las campesinas de las comunidades de Písac, Chinchero, Calca y Lares en el Valle Sagrado, así como de otras poblaciones de la región del Cusco, pueden ser encontrados en lasferias dominicales de Chinchero y Písac, y en algunas tiendas especializadas de la ciudad. En esta última los precios pueden parecer elevados, pero su calidad garantizada los justifica.